20091129

Alone trapt inside my skin.

"Let me tell you this: if you meet a loner, no matter what they tell you, it's not because they enjoy solitude. It's because they have tried to blend into the world before, and people continue to disappoint them."



"When you don't fit in, you become superhuman. You can feel everyone else's eyes on you, stuck like Velcro. You can hear a whisper about you from a mile away. You can disappear, even when it looks like you're still standing right there. You can scream, and nobody hears a sound.
You become the mutant who fell into the vat of acid, the Joker who can't remove his mask, the bionic man who's missing all his limbs and none of his heart.
You are the thing that used to be normal, but that was so long ago, you can't even remember what it was like. " 







-Jodi Picoult

20091116

I stole the keys to the sky.

And your death,
it hit me on my birthday
A year four months too late.
I waited for your call,
I still am.
I needed to hear your voice
to make it real
You always called too early in the morning.

It just hit me again, reality I mean
I never cried for you
I told myself I didn't miss you,


And my birthday passed,
I'm one year older,
and I still am lost
and you won't call,

And it hit me,
I miss you.
and it's too late
you're gone, 
gone.





20091112

Eucebio Pérez

I.

    Era una mañana fría de enero, Eucebio se había ido a dormir tarde la noche anterior, el dolor no le dejaba dormir. Hace unos días había salido a comprar  Pollo Campero, la cual devoró con agilidad, no había comido en todo el día; fue tal su entusiasmo al masticar que Eucebio terminó por quebrarse un diente; decidió dirigirse con su dentista personal, el cual tenía una clínica en el Trébol.

    Mientras se cepillaba frente al espejo, Eucebio repasaba una y otra vez en su cabeza tal evento, como había tenido que manejar en el tráfico estresante, sin aire acondicionado y con los vidrios arriba, pues ya lo había asaltado por esa zona antes y no quería arriesgarse de nuevo. El calor del medio le sofocaba, y sudó su camisa favorita por la espalda. Al llegar a la clínica se encontró con que la asistente había salido a comer su almuerzo, y no regresaría hasta dentro de media hora, Eucebio aprovechó para tomar una siesta, le hacía falta. Al momento de pasar con el Dr. Casimiro Pirir, su dentista desde que había ingresado al cuerpo policíaco de la PNC hacía unos años.

    El Dr. Pirir lo pasó, le dijo que se sentara en la silla con la luz que le quemaba los ojos.
 -“Abra grande”- dijo el Doctor, Eucebio obedeció.

    Eucebio se decidió por una corona de oro para su diente incisivo lateral izquierdo. Sentía una mezcla de emociones, dolor, frustración por haber perdido su diente, y una clase de orgullo al poder adornar su boca de tal manera. Siempre había percibido como las personas más adineradas dentro de su comunidad utilizaban tal metal para lucir sus dientes; pero le afectaba lo caro que le había salido tal lujo innecesario.

    Su mente regresó, terminó de cepillarse y se decidió por un baño, fue al corredor donde al final del pasillo había un mueble donde guardaba sus toallas y algunos edredones que había heredado de sus padres. Cogió su toalla amarilla para el cuerpo y la verde emetra para secar su cabello. Se desvistió, prendió la ducha, el agua estaba helada.
-“Debería ya de estar acostumbrado”- Se dijo a sí mismo, hacía años que no tenía agua caliente para su ducha, todas las mañanas la misma rutina; levantarse a las 5 horas, la ducha fría, el desayuno que compraba en el comedor de la esquina; quince quetzales por un pan con huevo, frijoles volteados y una tasa de café caliente.

    El tiempo corría rápidamente mientras Eucebio esperaba en su Nissan Sunny de 1989 una luz roja. Hoy tenía que trabajar en un caso de una joven que había aparecido muerta frente a la casa de un diputado. Temía que este fuese culpable y corrupto como para querer sobornarlo. Si algo no soportaba Eucebio era la corrupción, creía en la ley y que esta hiciese justicia.
   
    Al llegar a la comisaría número 14, Eucebio preguntó por Bryant Morales, quién le iba a dar los datos del caso para que este lo investigara. Bryant era un hombre un poco más alto que Eucebio, de tez morena clara con ojos cafés e intrigantes, de unos 25 años. A Eucebio no le agrado que este lo hiciera esperar y que cuando lo encontrase, estuviera jugando cartas con otros compañeros.

    Se sentaron en unas mesas de plástico azules con símbolos de Pepsi, que estaban afuera de la comisaría. Bryant Morales sacó un folder Manila donde tenía guardado todo lo relevante al caso de la joven. Le dio la vuelta al sobre y comenzaron a salir papeles y fotografías, al ver el cuerpo de la joven y la masacre por la que había pasado, Eucebio sintió como su estómago se retorcía en una mezcla de enojo y nausea. Tomó la foto y se la acercó, vio el cuerpo inerte manchado de sangre de una joven no mayor de 16 años, con el pelo castaño y lacio que le llegaba hasta la cintura. Tenía marcas de cuerdas en sus muñecas y cuello, probablemente la causa de la muerte. Mostraba algunos moretones en su cara y sus labios estaban rajados y sangrientos. Su rostro reflejaba una mezcla de desesperación y paz, paz al haber dejado este mundo y no sufrir más, pero desesperación de la brutal forma en que la joven había muerto; supuso Eucebio. Nunca supo realmente si eso fue lo que vio o lo que él quiso ver.

    -“¿Cuándo veremos a la occisa; o iremos a la escena del crimen primero?” – Dijo Eucebio.
Bryant Morales dudó unos segundos, luego respondió: “Lo que usté quiera compadre, aquí usté manda”

    Eucebio se mordió el labio, una muestra de duda, realmente no quería ver a la joven; le recordaba a su hermana quién había muerto hacía muchos años de una manera brutal, pero pensó para sí mismo que al menos eso le debía a su hermana, cada joven asesinada y a quién él encontrase a su victimario, era por su hermana.
“Veamos a la occisa primero, así podemos encontrar más pistas para cuando lleguemos a la escena”- respondió.

    Se subieron a la patrulla que Bryant Morales conduciría. Al momento de encender el motor la música de Galaxia la Picosa invadió sus oídos. Durante el recorrido de unos 15 o 20 minutos Eucebio y Bryant comentaron historias sobre crímenes pasados en los que habían colaborado, Eucebio como buen chapín siempre era el héroe de cada historia.

    Al momento de llegar a la morgue, Bryant buscó parqueo, pero al ver que cobraban Q5.00 la hora, decidió parquearse en la calle, exactamente a la par  de un letrero que rezaba: “Prohibido Estacionarse”. Bajaron del vehículo, al ver el letrero Eucebio preguntó: “Oiga usé, es prohibido quedarse acá”. “Sí, pero solo van a ser unos minutitos” – dijo Bryant.
   
    Subieron las gradas para entrar en el majestuoso recinto ubicado en la zona 3 donde se examinaban y reclamaban cuerpos. Al momento de llegar con el encargado, Eucebio le informa quiénes son y a la joven occisa que buscan. El encargado responde: “Ah, pues miré usté, el encargado de la necropsia no ha terminado el informe, para mí que se regresa dentro de unas 5 horas…” Eucebio voltea a ver a Bryant en busca de alguna señal, Bryant se decide a hablar: “Y… ¿Como cuánto nos sale si lo queremos antes?”
    -“Um, con unos cien le sale en 2 horas y media” – dijo el encargado.
    “Ah bueno, permítame doc. Que lo discuta aquí con mi compañero”- Responde Bryant.

    Bryant lo guía hacia unas sillas en una esquina opuesta a la oficina del encargado de información.     “Mire Eucebio, para mí que esto no es buen negocio, cien pesos a mí no me caen del cielo. Mejor vámonos a gastárnoslo aquí a un bar que esta bien cerca.”

    Eucebio dudó un poco de la moralidad del asunto, pero decidió no perder dinero en sobornar a los empleados de la morgue y acompañar a Bryant al bar que este recomendaba.

    Cuando iban caminando hacia el bar, que no quedaba muy lejos; Bryant comenzó a contarle a Eucebio el porqué de este bar.  “Mire pues, este bar se llama El último adiós pues usté se ha de imaginar por qué, esta cerca de la morgue. Y es como un ritual para nosotros venir acá a tomarnos una octava de Indita antes de entrar a ver el cadáver muerto, le da un poco más de agallas.”

    Al llegar al mencionado bar, Eucebio recorrió con la mirada el lugar, parecía una tienda de esquina, con mesas de madera y unas cuantas jóvenes que atendían el lugar. Solo vio a dos hombres, policías talvez, que estaban bebiendo su octavo. Entraron, y Bryant se sentó en una de las tres mesas que había en el lugar. Eucebio se sentó en frente de Bryant. “Dos octavos porfa patoja” – dijo Bryant. Eucebio pudo ver como Bryant recorría con la mirada a las muchachas que parecían de unos 15 años. Esto a Eucebio le molestaba, pensaba en como si respetaban a las mujeres en su época, Eucebio se decía a sí mismo que él era todo un caballero, que nunca vería con ojos de lujuria a una joven, a una niña.

    Les llevaron los octavos, y en ese momento Bryant le dijo: “Bueno pues compadre, héchese su trago, por la resolución de este crimen y la justicia para la patoja y su familia; y por las agallas que vamos a tener que tener”. Chocaron las botellas de vidrio que contenían el licor, y lo llevaron hacia su boca. Siguieron bebiendo Octavos de Indita por unas horas más, en lo que esperaban la resolución de la morgue. Sin darse cuenta ya iban 45 minutos tarde, y un poco tomados.

    -“Mire Bryant, ya es tarde, para mí que vamos ya a ver que tal salió el informe de la morgue”- dijo Eucebio.
-“Vámonos pues”- respondió Bryant.

    Le dijeron adiós al Último Adiós y comenzaron su caminata de unas pocas cuadras de regreso a la morgue. Al llegar a su destino, entraron un poco mareados al subir las gradas. Se asomaron por la ventanilla de información donde esperaban ver al encargado. Este los vio a través de sus lentes al momento en que sus manos bajan a sus rodillas el Nuestro Diario. Se levantó de su banco de plástico para atenderlos.

    -“Buenas” – dijo Eucebio
“Buenas noches caballeros, ¿En qué puedo servirles?”- Los saludó el encargado.
“Em, venimos por el informe de la joven… Ya habíamos estado aquí esta tarde, como a eso de las dos”- dijo Eucebio
“Ah, si, los recuerdo. Permítame, voy a ir a traerles el informe” – Dijo el encargado.

    El encargado bajó unas gradas que se encontraban a su derecha. Se podía oír a los lejos las voces del encargado y el doctor encargado de la necropsia. Volvió a subir las gradas, a paso muy lento. A Eucebio no le gustaba eso, quería las cosas rápidas y eficientes. “No solo se tardaron como 5 horas en hacer ese informe, y todavía se tardan en entregarlo” –pensó para sí mismo.

    El encargado, Eucebio y Bryant se arreglaron para la entrega del informe. Al momento de tenerlo en sus manos, Eucebio vio en su mano izquierda su reloj marca “Rolox” en donde la aguja pequeña apuntaba hacia el 8 y la grande hacia el 7. “Las ocho cuarenta” – dijo en voz alta.
-“Si, usté ya es tarde. Mi mujer y mis hijos ya se han de andar preguntando donde ando” –Dijo Bryant, pero Eucebio vio como este se ponía la mano detrás del cuello y se lo sobaba. “Un signo de que esta mintiendo”- analizó Eucebio –“Talvez tiene amante, o se va a ir a chupar con sus cuates”.

    -“Mire, mejor nos juntamos mañana tempranito como a las 7 en el McDonald’s de la Martí, por ahí queda mi casa y nos podemos juntar a desayunar, eso sí, usté invita”- dijo Bryant.
    Eucebio accedió, se subió a la patrulla de Bryant, para que este lo llevara de regreso a la comisaría donde había dejado su carro.

    Al llegar a su carro ya se le había pasado un poco la borrachera, se creyó lo suficientemente capas como para manejar de regreso a su apartamento, donde vivía solo. Manejó por toda la Roosevelt mientras pensaba qué podía comer… si es qué tenía hambre… A veces la soledad le abrumaba, sabía que era mejor que estuviera solo, la vida de un detective no era esa que pudiese compartir sin poner en peligro vidas. Pensó en ir a casa de su mamá, pero ya era muy noche. Y si tocaba el timbre su madre podría asustarse. Entonces vio un puesto de Gauchitos que todavía estaba abierto, se estacionó y puso las luces de emergencia. Se bajó del auto y ordenó un torito para llevar.

    -“¿Noche dura, jefe?”- dijo el hombre de Los Gauchitos, mientras le daba vuelta a la carne en la parrilla.
-“Ni se imagina”- le dijo Eucebio- pero ya ahorita ceno y a mi casa.
    Pagó por su cena y se dirigió a su carro, donde colocó su Pepsi entre sus piernas mientras llevaba su torito en la mano izquierda para poder cambiar de velocidades con la derecha.

    Condujo por unos minutos más. Se bajó a abrir el portón de su vecina y casera, donde guardaba su carro. Cerró el portón detrás de su Nissan. Utilizó su llave que colgaba de un llavero que de la Gallo que le habían regalado hace unos años. Giró la perilla y entró a un pequeño cuarto donde a su izquierda se encontraban las gradas que lo guiarían a su apartamento, su hogar. Las subió lentamente, estaba cansado. Llego a su cocina y vio que todavía tenía unos platos sucios de la noche anterior, se decidió a lavarlos.
   
    Se puso su pijama, se dirigió al baño y mientras ponía pasta Colgate en su cepillo, observó el magnífico trabajo que el dentista había hecho en sus dientes, como el color del oro resaltaba sus ojos. Sonrío, notó como no había sonreído en mucho tiempo, le impresionó ver como acto tan banal podía hacerle feliz. Terminó de cepillarse los dientes, se lavó la cara.

    Se dirigió a su cuarto, puso en su VHS una película de Cantinflas mientras esperaba que el sueño le llegara. Esa noche Eucebio fue atormentado por las imágenes de la joven mezcladas con las de su hermana.

    Eran las 3:43 en la madrugada, Eucebio despertó después de una pesadilla que le había hecho sudar. Vio como sus manos estaban apretadas en puños y se habían marcados en sus palmas sus propias uñas. Prendió la luz de su lámpara de noche, y se decidió a buscar el folder del informe de la necropsia.

    Se dirigió a su sala de estar, donde este reposaba en su mesa de centro. Lo abrió, comenzó a leerlo:

SEXO: XX
EDAD: 15-17 años
TIPO DE SANGRE: O+
NOMBRE: Desconocido
TEZ: Morena clara
COLOR DE OJOS: Café oscuro
TIEMPO APROXIMADO DE MUERTE: 48 horas
CAUSA DE MUERTE: Ahorcamiento
NOTAS: Moretones en ojo derecho.
      Marcas de cuerdas en muñecas, pies y cuello.
      Quemadura de cigarrillo en mejilla izquierda.
      Fractura de hueso maxilar izquierdo.
      Señas de inanición por aproximadamente 8 días.


    Eucebio leyó la dirección donde la joven fue encontrada, una casa en la zona 15. La informante a la policía fue la empleada doméstica de la casa que la encontró en el bote de la basura, cuando iba a depositar la basura perteneciente a la casa.

    La casa pertenecía a un diputado que planeaba postularse para presidente de la republica en las siguientes elecciones, no parecía un mal hombre, no más corrupto que los demás; por lo que Eucebio había leído en los medios.
   
    El diputado era del municipio de Quiché, su nombre era Jorge Octavio Ordóñez, un hombre de 48 años, con una esposa y dos hijos, de 12 y 14 años, ambos hombres. “Un hombre de familia.”- se dijo Eucebio.

    Eucebio pasó el resto de su noche leyendo el informe de la necropsia y analizando al diputado; este podía ser un acto para contaminar la campaña del diputado a la presidencia, era lo más probable, el diputado poseía el dinero suficiente como para que alguien se encargase del trabajo sucio, sin tener que ser culpado… “¿Pero por qué esta joven?”… Se dio cuenta que el diputado y su reputación eran lo que menos importaban, tenía que hacer justicia para esta joven. Tenía que averiguar quién era, notificarle a su familia, a su madre, que su hija había muerto, y sobretodo tenía que informarle que había encontrado al culpable y lo había puesto tras las rejas.

    Vio el reloj de 9.99 que adornaba su sala, eran ya las 5:50, su alarma probablemente había sonado y no la había escuchado por estar tan involucrado con el caso. Se restregó sus ojos con las manos, le ardían de estar abiertos tanto tiempo. Notó que el sol ya estaba puesto en el cielo, apagó las luces de la sala y caminó hacia la cocina para hacer un café de la jarillita. Bostezo como si fuese el rugido de un león y estiró sus brazos. Bebió su café, fue a su habitación y abrió su closet para ver que ropa se pondría ese día. Jaló sus pantalones de corduroy verde oscuro, su camisa a cuadros que combinaba perfectamente; y por ultimo cogió su chumpa de cuero café que siempre utilizaba como un amuleto de buena suerte. Se calzó sus botas negras, después de ponerse sus calcetines que había comprado en un semáforo a 3 por Q10.00.

    Cuando estaba ya listo; bajó las gradas, abrió la puerta de metal que lo conectaba con la calle, caminó hacia la esquina donde estaba el mismo muchacho de siempre, de alrededor de 13 años y ya trabajando.

    -“Buenas jefe, ¿Qué le damos hoy?” – dijo el muchacho.
    -“Buenas, dame un Nuestro Diario” –Dijo Eucebio mientras colocaba las monedas en la mano del muchacho y recibía su Nuestro Diario.

    Observó la primera página, otra muerte como titular. En la fotografía se podía apreciar a un hombre cubierto por una manta blanca donde solo salían sus botas vaqueras cafés. Y a su lado una mujer que lloraba con angustia tratando de alcanzar, a quién Eucebio creyó su esposo, siento detenida por los bomberos.

    Siguió observando el periódico, encontró en él más muertes de chóferes de camionetas, de jóvenes, de mujeres… pero no encontró la de la joven que el investigaba. –“Lo que se logra con dinero” –pensó. Mientras siguió ojeando el periódico, vio las ofertas en la Curasao, y las Flores de las ferias titulares que posaban en bikini en el centro del periódico. Llegó entonces a la sección deportiva y repasó los puntajes de los juegos. Eucebio era un Rojo de corazón. 

    Llegó entonces a su cocina, donde tenía reposaban las llaves de su vehículo. Notó entonces la hora, 6:15, tiempo de salir si quería que el tráfico le permitiera llegar al McDonald’s de la Martí para desayunar con Bryant Morales, el policía que le había acompañado el día anterior.
    Abrió su portón de metal, se subió a su auto y condujo por toda la Roosevelt, había un tráfico normal para la hora. Llegó entonces al punto de encuentro con Bryant Morales, se estacionó. Y entró al restaurante de comida rápida.

    Inspeccionó el lugar rápidamente, no vio a Bryant. Caminó hacia la fila y mientras observaba el menú de desayuno para decidirse por cual elegir, Bryant entró por la puerta y se puso justo a la par de Eucebio. Se saludaron y juntos ordenaron su desayuno. Eucebio pagó por ambos.

    Se sentaron en una pequeña mesa junto a la ventana donde veían a los carros que pasaban por el autoservicio. Desempacó su McMuffin de salchicha y huevo, bebió su jugo.

    -“Anoche leí el informe del doctor de la morgue…” –comenzó Eucebio.
“¿Y encontró algo interesante?”- Le dijo Bryant Morales
“Pues, fíjese lo único que leí fue que la patoja esta tenía días sin comer, estaba atada… y fue ahorcada hasta su muerte… Y además fue encontrada en la casa del diputado este… um, Jorge Ordóñez”
“¡Shusht! Cállese…”- lo interrumpió Bryant- “No ande divulgando eso, ese ‘señor’ pagó mucho para que la prensa no lo anduviera diciendo… Imagínese que no le harían, que no nos harían, si se enteran por usté”
“perdón, si usté tiene razón”- dijo Eucebio.

    Pudo observar entonces el miedo de Bryant por las autoridades… por el dinero. Lo comprendió, con mujer e hijos, el también tendría miedo.

    Terminaron el desayuno y ambos se subieron al automóvil de Eucebio.
-“¿A dónde vamos primero?” – preguntó Eucebio.
“Hum, vamos si quiere a la comisaría, ahí guardé los objetos con los que fue encontrado la occisa, además de la bolsa de basura en la que fue encontrada”- Respondió Bryant.

    Mientras Eucebio conducía pudo sentir la mirada de Bryant que estaba directamente en sus sujetadores, donde tenía en un estuche su arma.
    -“¿Y que clase de arma usa?”- dijo finalmente Bryant.
“Una Astra A-90” – Dijo mientras la tocaba con su mando derecha sobre su chumpa de cuero.
“Ah… ¿Y qué tal es?”
“Pues, buena. Me salió barata, y me es bastante útil en caso de necesitarla” – dijo Eucebio.
“O sea que usté si es de los que se enfrentan a los matones y eso…” – dijo un poco nervioso Bryant.
“Pues, algunas veces me a tocado. Pero he salido ileso de cada uno de esos encuentros.” Le presumió Eucebio, mientras se veía a sí mismo en su espejo retrovisor. Lo cuzco nunca se le había quitado.
-“Ah, yo si no. Nunca he estado en uno de esas balaceras ni nada; por suerte.” – mencionó Bryant.
    “La adrenalina que se siente al perseguir a un marero, ni se la imagina. Y más cuando uno los logra atrapar y llevarlos a la cárcel… es una sensación increíble” – dijo Eucebio.
“Me imagino” – dijo Bryant- “Espero que en verdad podamos atrapar al que lo hizo… Y ojalá no sea ese diputado”

    Eucebio asintió con la cabeza, el resto del camino hasta la comisaría lo hicieron en silencio. Solo el sonio de la Radio Sonora invadía el carro. Luego Bryant, sin preguntar, cambió de estación y oyeron los hits de la Radio Ranchera de ese día.


20091109

I want your bad romance

And let's face it,
I'm hurting everyone around me
And it crawls under my skin,
and it burns when you touch me,
and it hurts when you look at me and I have to look away.

I held a tear inside,
I put on the mask that's gonna take me through the day.
And the hate filled me,
and the rage consumed me.

And the glass,
well, it was all over the floor.
And the blood, this brilliant red
it left me speechless,
beautiful yet confusing.

but isn't it everything like this?
You can't have it all.
And you'll never be who I want you to be,
and maybe this are all excuses

And the armor thickens,
and I forget what I was to begin with,
I have no humanity left in me.
I am yours,
and you will never know this.

I'll lock this inside me,
I'll held it all inside,
put on my smile

untill it kills me.

And I shall die wearing the smile you once gave me.




20091103

"I feel alone every single day of my life

but I'm ashamed to tell that to the people who love me"

She had the post card in her hands,
they trembled.
She was driving,
destination: nowhere.
She had her windown down,
ready to say good bye to the words that had been crashing her soul for so long.

The wind on her face,
the tears running down her pale face.
She wanted to be invisible.
she wanted to exist no more,
and that made her sad.


She smiled,
it felt awful,
it hurt.
But she was used to the mask she had been putting on since,
well, since forever.
It felt like forever.





Make me into anything, but just love me.

Brake me,
murder me,
destroy me,
change me,
for good.
so I can never be the same again.

Shock me,
undone me,
brake me to a point where I can never build myself again.

Make me feel alive.